Hoy voy a reflexionar acerca de un vídeo muy interesante de Alex Rovira, el cuál te dejo aquí debajo por si te animas a verlo, pocos vídeos me han hecho recapacitar tanto como éste.
El autor nos da una serie de
pautas a seguir en el proceso educativo según él y responde a una serie de
preguntas de sus interlocutores en directo en el mismo plató. Intentaremos
resumir sus planteamientos expositivos y las respuestas dadas a algunas de
ellas, incluyendo algunos ejemplos muy significativos pero que por su extensión
no podemos reflejar.
La educación es el motor que mueve el corazón. La mirada
condiciona un vínculo con el otro y posibilita su realización: en psicología es
la mirada apreciativa. Hay que tener en cuenta los maestros NO profesionales
que hemos tenido en la vida, como fue su abuela materna, que le inculcó una
influencia positiva en su existencia, ello le dio alas, encontró un lugar
seguro en un entorno no seguro y le dio confianza; es la “mirada apreciativa
sin palabras”. Habla de la relación Educación-Formación: gente en la vida que
recibe buena formación y son maleducados que no tienen corazón, y gente con
menos medios que son extremadamente bien educados.
Los profesionales de la educación deben FORMAR y
COMPLEMENTAR la educación que se recibe en el hogar; ambos contextos
(padres-maestros) inducen a la mirada apreciativa que nos da alas ante la vida.
Nos ilustra todo lo anterior con el ejemplo de un niño de
12 años, fuerte, goleador en futbol que se caía y salía dañado, como un
hechizo, algo raro. Su padre antes del partido le decía para animarlo:
“vuélvete a caer torpón”. Rovira se cita con su padre para hablar, no como
crítica, y le dice: él se cae no porque sea torpe sino porque él te ama; pídele
que no se caiga, pues se concentra en lo negativo; dile: “sal, corre y disfruta, no te caigas que si te caes, yo te
curaré”. En todo ello se muestra el efecto Pigmalión. El niño desde
entonces no se cayó más.
La mirada apreciativa es una postura existencial de lo
que creo sobre mí y la vida. Sin prejuicios, con mis bondades y virtudes, más
cerca de la realidad, teniendo en cuenta varios principios: placer, deber,
realidad, compromiso y alegría; los tres primeros originan más capacidad para
transformar el individuo y el colectivo.
No prediquemos, hagamos sentir al otro que eres
extraordinario, que puedes hacerlo, y por ello, cuenta conmigo; tus hijos, te
están mirando.
A continuación os dejo algunas pinceladas a las preguntas
que le efectúan:
Amar es la voluntad de comprender al ser individual y sus
circunstancias (amar=cuidar), predicar con el ejemplo. Amar al ser querido
implica inspirar nuevos sentidos a la vida. Andersen decía que los cuentos se
escriben para que los niños duerman tranquilos y los adultos se despierten.
Su talento para la escritura comenzó a partir de un doble
hecho importante en su vida que sucedió a la vez: el nacimiento de su primera
hija y el fallecimiento de un buen amigo por enfermedad. Para salir de ese
dolor frente a la alegría, encontró un escape en la escritura.
Hay que intentar que nuestros hijos nos vean leyendo como
si fuese una celebración. Fomentemos en ellos el hábito de leer con comics,
cuentos, etc. Que vean siempre libros en nuestra mesilla y luego los comentemos
como parte de la conversación familiar con ellos. Está demostrado que los
hogares en que los padres leen, tienen más posibilidades sus hijos de acabar la
carrera universitaria.
En la escuela deberían enseñar a leer, escribir, escuchar
y hablar, pero sólo nos enseñan las dos primeras. Expresarse bien es un arte.
Debemos aprender a escuchar a nuestros hijos más que enseñarles, (nos lo
ilustra con el ejemplo de su hija un día hundida anímicamente en un viaje),
haciendo especial hincapié en el permiso del silencio, y en la utilidad de la
ternura como elemento fundamental del vínculo humano: una mirada, una caricia,
una sonrisa…
Indica que sus mayores maestros fueron su abuela materna
Carmen por su ternura, humor, alegría, compasión. Su padre, formado a sí mismo,
trayendo libros del exilio, con su mesilla llena de libros para que picasen. Su
madre por su enorme capacidad para amar. Admira a los maestros (gente humilde
sin posibilidades de una educación superior), como por ejemplo un campesino en
el pueblo, José, que le contaba cosas que no vienen en los libros sobre el
tiempo, la siembra, los animales, con gran sensibilidad… con una gran conexión
alma-cosas, aunque sea analfabeto pero muy respetuoso con los animales y las
personas.
Para él las claves del aprendizaje son el contagio, la
pasión y el entusiasmo. En educación no sólo es esfuerzo como valor final. Hay
que mezclar esfuerzo, alegría, entusiasmo, pasión y reconocimiento; los mejores
maestros te invitan a ello: “A mayor conocimiento mayor es el amor y más
queremos saber”. Cuanto mayor rendimiento tengamos en todo ámbito de la vida,
más nos respetaremos, admiraremos y más afecto profundo nos tendremos. Nos
ilustra este tema con la historia de un niño japonés autista y daño cerebral).
Debemos cultivar la capacidad de transformar a los demás desde el amor como
energía de la confianza, del diálogo, de la transformación. Destaca una frase
de Virgilio: “Creen porque creen que pueden”.
Sobre el tema de la buena suerte, cita a Schopenhauer:
“El azar reparte las cartas y nosotros las jugamos”. Hemos tenido la suerte de
nacer en este espacio y no varios cientos de kilómetros más abajo, que están
mucho peor que nosotros. Somos afortunados por azar, pero si sabemos las
circunstancias, todo ayuda a acertar. (Ejemplo de la moneda al aire). La buena
suerte en lo humano son valores como cooperación, coraje, responsabilidad,
confianza, diálogo… La suerte azarosa se completa con la suerte forjada y
trabajada.
Respecto a la memoria, indica que hay que tener memoria
histórica y evitar que los malos sucesos se repitan. Tanto la memoria cognitiva
como la espiritual hay que trabajarlas para usarla en cualquier momento. Es una
pieza más en el proceso de humanización. Sin memoria no somos nada.
También hace referencia a la “Economía de las caricias”.
Los humanos, para sobrevivir necesitamos aire, luz, oxígeno… y caricias, tanto
físicas como con la mirada. Todos queremos caricias positivas, pero en algunos
casos forzamos también las negativas (ejemplo del agua podrida que aunque mala,
la bebo porque si no me muero de sed, entre el dolor y la nada prefiero el
dolor). A veces en momentos de nuestra vida necesitamos que nos cojan la mano,
que nos miren, que nos digan te quiero…
Finalmente, Rovira pone énfasis en el tema de ayudar a
los hijos a lograr lo que puedan llegar a ser, y ello se hace observándoles.
Hay que desterrar la idea de niños que son algo que no les gusta ser porque así
lo mandan sus padres por motivo del negocio familiar o una estirpe larga, y
ello se logra sabiendo escuchar tanto oído físico como en su espíritu, y ver
sus aficiones, ayudándolos a desarrollar sus habilidades, bien guiadas, por
aproximación educativa por su vocación: contemplemos y dejémoslos proyectar, no
que compense nuestras faltas. Es importante cuestionar para elegir lo mejor que
“yo” creo. Tengo que aceptar que mi hijo es diferente a mí.
“Nos
miramos y es corresponsabilidad de todos hacer de este mundo un lugar más
habitable con mejores personas en él, mejor desde el respeto y afecto hacia el
aprendizaje. Indicar que la frase subrayada, desde que la oí, se me ha quedado
grabada. Una entrevista muy enriquecedora y que hay que escuchar varias veces
para entresacar todo su rico contenido".
PD: Soy consciente de que esta reflexión es bastante extensa, pero la considero tan importante, que no se podía quedar nada en el tintero. No dudes en animARTE a ver el vídeo, son 49 minutos bien invertidos que no te dejarán indiferente.
¡ MUCHAS GRACIAS POR TU VISITA Y HASTA LA PRÓXIMA!
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